Alberto Garzón nos sugiere desde IU que empecemos a repensar la izquierda, en un ejercicio sincero y útil, como si fuéramos capaces de reunirnos todxs desde la izquierda para analizar qué es la izquierda hoy, qué esperan de nosotros la sociedad a la que creemos representar, qué se puede hacer realmente para que "el sistema" sea capaz de crear riqueza mejor repartida, o qué se puede hacer para transformarlo, romperlo, cambiarlo o liquidarlo. Todas las opciones tendrían cabida a priori para repensar el papel de la izquierda en el siglo XXI.
Lo cierto es que la sociedad se ha transformado mucho en estas dos últimas décadas, y soterradamente más en la última, sin que casi nos hayamos dado cuenta. La crisis no sólo ha sido económica, sino política y social. La izquierda ha sufrido la crisis mirando desde el balcón, y debemos asumir que sin presentar ni batalla, ni ideas que sirvieran para plantear grandes dudas y posibles soluciones válidas. Se ha hablado, se ha escrito, pero nada más. Desde Sampedro hacia el presente, nos hemos quedado casi huérfanos de alguien que liderara a los indignados.
Y eso ha supuesto el primer gran error de la izquierda, en tiempos en los que decimos se ha hecho sufrir a una gran parte de la sociedad más débil por culpa de la crisis, pero ante la que la izquierda sólo ha planteado un extraño y abultado silencio en casi todas las ocasiones. Quejarse no sirve como solución, como medicamento. Nos dejaban que gritáramos, pues así nos calmábamos en la calle, entre la masa de comunes.
Asumir esto es fundamental, pero asumirlo desde la vieja izquierda no es suficiente, hay que replantear el papel de los sindicatos, el de las ONG, el del voluntariado, el del trabajo social apoyado desde las instituciones públicas, el de la escuela pública, el de la calidad en el estado mal llamado de bienestar cuando es simplemente el estado de ser ciudadano. La izquierda impregna en gran manera casi todas las instituciones que mantienen viva y calmada a la sociedad. Su fuerza es mucho mayor a la que se le reconoce desde las instituciones conservadoras y no tiene sentido esa pérdida del respeto social al enorme trabajo que se hace en y desde la calle.
La izquierda española ha perdido en los últimos años la batalla de la cultura, de la educación, de la pedagogía social. Sin tener claro el papel de todos los actores sociales -insisto en el TODOS- asumiendo cual es el papel de todas las columnas que sujetan los sistemas, para ser capaces de poner en valor el puesto de cada uno, para respetarnos todos y ser capaces de buscar soluciones válidas que transformen en positivo las decisiones. Y no me olvido ni de los empresarios de muy variado tamaño y pelaje, de los impuestos de muy variada utilización, de los políticos hoy denostados y grises, de la justicia cada vez más manipulada, de las iglesias que confundimos como Una y son muchas incluso dentro de la cristiana y católica, ni del papel de nuestras relaciones exteriores dentro de nuestro contexto geográfico e histórico o del poco papel que atribuimos a la Univeridad, a la cultura o a las grandes personas del pensamiento, la investigación y el arte dentro de una España gris.
La izquierda debe repensar todo. Os recuerdo que incluido el derrumbe de lo que existe, si fuera necesario. Y situarse en el presente para conocer a quien representa o puede y debe representar hoy. Pues sólo conociendo la realidad transformada de la España actual, compleja, muy variada, múltiple en sus geografías políticas y sociales, será capaz de liderar desde un trabajo mucho más en común y engranado, las soluciones de futuro que necesita nuestro Estado.
Asumimos que la relación laboral en España es un tremendo problema capaz de crear batallones de desempleados a poco que se constipe la economía. Pero esto sucede desde hace 40 años y desde la izquierda no hemos sido capaces de sentar unas bases de actuación.
Asumimos que ha crecido y mucho la distancia entre los de arriba y los de abajo, pero con decirlo no basta. Hay que plantear actuaciones, repetirlas mil veces, diseccionarlas, hacerlas visibles, posibles, capaces, creíbles. Hay que dar números constantemente, pero números sencillos, fáciles de comprender y comparar. Hay que plantear cambios y convencer de que son esos..., o serán peores.