Hoy el sin duda reconocido y respetado (excepto si nos llama establo) Fernando Sabater nos escribe en El País sobre la España plurinacional, lo que ya es un camino nuevo en sus planteamientos. Pero iniciado el camino habla sólo de la diversidad cultural como la ùnica diferencia entre las Españas, olvidándose —por que que así lo ha decidido— de la diferenciación social, mucho más importante que la cultural, tal vez por desgracia —que sea menos importante— para la marcha de las sociedades.
España es la suma de varias sociedades, y por ello de varias naciones, y admitirlo con calma e inteligencia es el mejor camino para la convivencia social con éxito. Cada sociedad tiene su cultura, algunas de ellas su propio idioma y/o sus leyes, sus distintas formas de arquitectura, de entender la educación, de comportamiento empresarial, de encarar el día a día, sus fiestas, sus horarios, su interacción con sus vecinos y con sus geografías. Esto es indudable.
Un vasco o gran parte de los aragoneses están más cercanos de la forma social y también cultural de su vecina Francia que de Andalucía. Un catalán se parece más en sus formas sociales a un italiano que a un canario. Y en esa diversidad que admitimos e incluso admiramos está el problema, no por la diversidad sino por el entendimiento y la aceptación de esa diversidad. Y con el entendimiento, las bases para reconocer esas diferenciaciones. Somos diferentes, y en vez de explotar desde la irresponsabilidad por no querer reconocerla y por ello darle valor político, nos ofuscamos en minimizarla cuando es ilógico. ¿Cual es el camino, lograr que un catalán se parezca a un canario o que un canario se parezca a un francés o italiano? La solución es respetar esa diferencia y reconocerle valor político. Y no darnos mieda en que crezca, entre otros motivos porque luego nunca crece.
Las diferenciaciones sociales y culturales no tienen que suponer independencia o ruptura. Es posible y deseable la convivencia de todas estas piezas del puzle, pero para ello debemos respetarnos e intentar hacer un esfuerzo por entendernos. Cada ciudadano quiere ser lo que ya es. Y simplemente quiere respeto, reconocimiento y justicia lógica de los resultados económicos de su sociedad.
Es verdad que la suma en una gran nación de varias pequeñas naciones, tiene sus puntos de conflicto lógico como en todo tipo de sociedades. De esas diferenciaciones saldrán las soluciones mejores para todos, pero si no rompemos los constantes diálogos desde los que se deben negociar y construir las relaciones. Pero si vamos rompiendo cuerdas, al final los barcos se nos irán al centro del mar, y además en cuanto sople un poco de aire con mala leche. No es necesario un temporal. Sirve un soplo de mala baba sobre un mar ya revuelto por no saber darse cuenta que se nos van rompiendo las cuerdas de sujeción, poco a poco.