Se equivoca el PSOE teniendo miedo al derecho de autodeterminación en Cataluña o de quien dentro de España desee plantear esta opción de separación del Estado. Y digo bien, pues todo está de alguna forma tasado y aun con ese derecho como posibilidad, nunca es tan fácil, ni en España ni en el mundo, y es bueno que se sepan y se faciliten las posibilidades, para que nadie hable del Derecho de Autodeterminación con la ignorancia del osado. Las normas, más o menos, son muy claras.
Nunca se pueden iniciar estos procedimientos sin una paz social en los territorios. Para ello hay que garantizar que al menos durante un año exista un Presidente de la máxima autoridad autonómica, y que el 66% de su cámara territorial o parlamento autonómico solicite abrir el procedimiento.
Cualquier referéndum para ser válido debe contar con la aprobación de al menos un 66% de los votos y del 50% total de su conjunto electoral.
Cualquier referéndum debe admitirse como un procedimiento excepcional y para ello debe quedar firmado por los convocantes y todas las instituciones políticas, sindicales, empresariales, sociales o culturales de una importancia perfectamente tasada, que respetando el resultado, se comprometen por ley y ante el Notario Mayor del EStado a que no se celebrará otro antes de un periodo de 25 años.
Tanto si el resultado es positivo como negativo, se facilitará por ambas partes el proceso posterior, para la normalidad en las relaciones contractuales.
¿Parece inasumible por alguna de las partes, estos indicados anteriores? Siempre es mejor basarse en procedimientos internacionales similares y admitirlos como mal menor o como solución definitiva. Si en un territorio son al menos un 67% los votantes que no desean pertenecer dentro de un Estado (o federalismo con el nombre que deseemos darle) es absurdo mantenerlos a la fuerza, pues será cuestión de tiempo que creen conflictos y problemas entre las partes que seguro, irán a más. Pero si todas la partes saben de antemano el procedimiento para cambiar la realidad, existen formas para encauzar las energías en intentar lograrlo. Que sea difícil no quiere decir que sea ni imposible ni no asumible por todas las partes. Pero tiene que ser difícil, pues el otro camino, el que sea todo el Estado quien opine al respecto, es absurdo e ilógico. Y pretender que con un 50% del voto de un momento determinado es suficiente para un asunto de esta importancia o que se pueda estar convocando a la sociedad un año sí y al otro también, hasta que salga el resultado apetecible, es más absurdo todavía.