Debemos preguntarnos si llamarte asqueroso, a tí, que has venido hasta aquí a simplemente leerme, es ético, lógico, tiene sentido, sirve para algo, se debe consentir, o simplemente has hecho ya lo lógico: abandonarme. Pero en realidad estaríamos dando valor a la libertad de expresión en un paso más del acostumbrado. Asqueroso es absurdo y falso. Es un insulto suave sobre todo porque yo a tí no te conozco y no sé si realmente eres asqueroso o no. Eres asqueroso porque sé que te jode que te lo diga.
En caso de que ya me hayas abandonado, es decir, en el caso de que ya no estés leyendo esto, en realidad me has valorado mucho más de lo que deberías. Aunque ahora no te enteres, claro. ¿Quién soy yo para llamarte asqueroso? y lo que es más importante ¿quién soy yo para que tú le des valor a lo que te he dicho?
Nos hemos ido volviendo tan suaves, posiblemente manipulados para que seamos así de suaves, que no admitimos una libertad de expresión básica. O vamos de finos y no nos salimos ni un pelo o en cambio somos capaces de matar o estrangular con saña. Esto lo vemos claro en la televisión. No podemos decir coño o mamada, pero en cambio podemos escuchar con detalle la noticia de que un padre ha matado a sus hijos y ver de cerca las manchas de sangre del patio de vecindad.
Sigo sin conocerte, y te ha podido molestar que te llamara asqueroso de entrada, pero tú tampoco me conoces a mi. Igual soy ese cabrón que mañana te va a despedir del trabajo, te engaña con el precio de la carne, sisa en unas facturas o te da con el coche por detrás aparcando y se escapa. O el imbécil que como médico o juez te va a dar un diagnóstico y vengo de casa cabreado. Nos jode que nos insulten con la libertad de expresión, pero tenemos que tragar cuando nos joden con la libertad de acción. Creemos que es más sencillo poner cara de perro si nos dicen asquerosos que si no joden en nuestra vida de verdad. Las palabras se las lleva el aire, pero nos hemos acostumbrado a darles una importancia que no tienen.