Todos los que escribimos sobre Cataluña y sobre el momento actual de su engranaje con España tenemos la obligación de saber —como poco— lo básico de lo que está sucediendo entre su sociedad, luego es de entender, que cuando se escriben asuntos inapropiados, inexactos, faltos de sentido real, absurdos incluso, lo hacen o hacemos con las ganas de joder o de tirar hacia nuestro campo de asentamiento.
La Diada de ayer es otro paso más. Quien piense que Cataluña va a ser independiente en un mes se equivoca. Quien piense que no sucede nada se equivoca. Quien piense que por el camino sobre el que avanzamos o retrocedemos, nunca Cataluña será independiente, se equivoca también.
Estos caminos siempre son MUY largos, farragosos, embarrados, complejos de entender y explicar, y según se avanza un paso, se tiende a tener que recular medio. Es el camino trazado, donde las equivocaciones del contrincante valen más que los aciertos propios. Pero esto último no parecen entenderlo en Madrid, incluso tampoco en Barcelona.
La sociedad catalana quiere…, sobre todo quiere otra cosa diferente a la actual. En estos momentos es el independentismo la única salida que la inmensa mayoría de catalanes ven al momento actual. Muchos votarán que SI, otros tendrán miedo. Otro puñado saben que no es la solución aunque la deseen. Pero la inmensa mayoría están hartos del momento actual, de las zancadillas que sienten, aunque se empeñen en decir desde Madrid que no se producen. Y la verdad es que se producen muchas menos de las que se quejan, pero lo importante muchas veces no es lo que sucede sino lo que parece que sucede.
En este punto somos cada vez más los que reclamamos cordura, sensatez, sentido común e histórico, y hablar. Más que negociar, que también, hablar sobre todo. Pero hablar no es echar broncas. He leído algunos planteamientos que pueden servir como intentos de solución o de inicio al diálogo, pero sobre todo he leído muchas amenazas, muchos miedos transmitidos para joder o para cambiar el voto, mucha intención de hacernos creer a todos que la sociedad catalana es tonta del culo y se va a dejar intimidar por los que consideran hasta estos momentos, sus enemigos.
¿Qué problema supone reconocer que Cataluña es una nación? ¿que lo es también el País Vasco, Aragón o quien así históricamente sienta y pida —incluso con rabia— entre un número impresionante de sus habitantes? Pero de verdad…, ¿sobre qué cabeza estamos trabajando para pensar que aceptar nación como realidad sociológica y política, es peor que el camino que entre todos estamos emprendiendo? Ser Nación es tanto como reconocer una diferenciación con otras naciones. Decimos muchos que España es una Nación de naciones. Incluso un Estado con varias naciones. Y se nos rompe el alma como país. ¿Acaso hemos explicado con claridad la diferencia de las palabras Nación, Estado, País, Nacionalidad? Muchas de estas acepciones vienen recogidas y aprobadas en los respectivos Estatutos de Autonomía. Aragón es una “nacionalidad histórica” ampliamente aceptada y explicada en su propia Ley de Estatuto de Autonomía. ¿En qué se diferencia ser Nacionalidad Histórica, a ser Nación?
La Constitución española es muy amplia, exquisitamente ambigua para poder decir lo uno y lo contrario, para que un Tribunal Constitucional diga amén Jesús o Viva la Pepa. Algunos de los que la construyeron supieron hacer eso como encaje de bolillos. Y ahora lo están recordando para quien quiera escuchar. Nuestra Constitución admite cambios con facilidad en la misma forma en que si se quiere se puede convertir en una cárcel de papel. Depende de quien la vigile y controle con mano de hierro. Pero se construyó precisamente y según relatan los albañiles, para que en casos de apuro se pudiera estirar con apreciación de Estado y de Historia. Y si hay duda que se lo pregunten a Zapatero y su aprobación exprés de fin de semana.
Así que admitamos que Cataluña es un problema muy grave para algunos políticos, pues no quieren pasar a la historia como los que propiciaron la apertura del melón, y acabemos de una vez con que es un problema que solo se puede resolver con el ejército. Idioteces las mínimas, vengan de quien vengan. Y hablar, sobre todo hablar sin tanto ruido.