Es tremendamente complicado hablar estos primeros días de política sin lanzar improperios quejosos, sin que el dolor respire, cuando los resultados han sido para mi malos; pero hay que disimular. Los políticos parecemos ser esa clase de ciudadanos que siempre ganamos, aunque sepamos que a veces perdemos una vez tras otra. Nos deben enseñar en primero de política a ser ganadores como forma básica para no ser perdedores. Otro error. Perder es la forma más rápida para ganar, si sabes aprender de las derrotas.
España ha cambiado, creo que para siempre. Y nos lo hemos ganado todos. Pero ganar no quiere decir que a partir de ahora sea fácil el camino. Ganar muchas veces es complicarse la vida, es tener que trabajar más, es abonarse a la desesperanza de que todo es más lento de lo que imaginábamos, que la desafección todavía es una enfermedad que puede crecer.
No ha ganado la izquierda ni ha perdido la derecha. Parece que ha ganado las posibilidades de futuro que ya son mucho al venir de donde veníamos, pero sin que sepamos de qué o hacia qué hemos ganado. No me sirve seguir leyendo hoy martes que “ya veremos” o que “dependemos de la asamblea”.
La política es una partida para resolver problemas y eso es un trabajo complejo que requiere de agallas y sabiduría a partes iguales. No lo van a tener fácil las gentes de Podemos y sus grupos con diversos nombres, como no lo va a tener fácil esta sociedad que viene del hospital tras estar muy herida de crisis social. Los cuervos saben esperar, los buitres siempre están en las alturas oliendo cadáveres, esperando la carroña descompuesta. Ojo con los que saben olfatear la descomposición a cientos de kilómetros de distancia. Casi todos ellos saben esperar el punto justo de la carne podrida para acudir con sus garras.