La despedida de Juan Carlos Monedero es la clara imagen del momento político actual. Antes de aprender a andar ya nos hemos muerto, antes de lograr el triunfo ya hemos logrado destruir los brotes verdes. La vieja política tiene una capacidad tremenda de seducir, de tratar, de revertir los nuevos brotes hasta llevarlos a su terreno de siempre. Los pintemos de rojo, morado o azul. Monedero te puede gustar o resulta odioso, pero ahora no trato de eso, sino de la capacidad que tiene la vieja política de no morir, de si acaso lograr que mueran “los otros” pues divergir es una mala moda. Las personas que hemos entrado en política desde otros lugares, con mochilas diversas adosadas a nuestra experiencia, nos cuesta tremendo esfuerzo adaptarnos a lo que nos encontramos pues no nos gusta. Y por eso en nuestro intento de que algo cambia, como nada cambia, nos derrotamos antes de la cuenta, mucho antes que todo el resto. Y por eso se nos señala como locos o como incorformistas del sistema. y efectivamente lo somos, casi de “todo” el sistema, pues ni nos gusta ni nos vemos con fuerza para cambiarlo.
Eso si, se nos pide, para cambiarlo, que admitamos sus mismos mecanismos de trabajo, que participemos en la misma onda rancia y antigua que nos ha llevado hasta donde estamos, con las mismas herramientas del siglo XIX pero con más color. Y aquí empezamos a fallar estrepitosamente. No somos adaptables, somos unos vagos por no querer emplear las mismas formas, y esto lo digo yo fuerte y claro, y nos quemamos. Pero no pasa nada, se nos apaga, se nos da crema para las quemaduras y se nos deja con nuestro dolor.
La marcha de Juan Carlos Monedero es la misma que la de miles de personas que están a punto de entrar en política y se asustan, que están dentro y se van silenciosamente, que odian la política sin haberla conocido por la mala costumbre de relatar siempre los finales trágicos y no los éxitos del día a día. Pero en este decorrer de la vida nos vamos dejando a muchas personas por el camino y nos encontramos a mediocridades que ascienden hasta el cielo sin ser nada.
El otro día sin ir más lejos un gran partido político presentó a una persona que iba de número dos en sus listas. Jope, jodo, cachis, uff. Conozco a muchos de su propio partido que están en puestos bajos o no están, y que en cambio tienen una experiencia y profesionalidad, una formación mil veces mayor. Pero ya son pasado, nadie sabe bien porqué. O sí. Pero al número dos lo veremos en las televisiones como si fuera lo mejor entre lo posible.