Hay días de viaje donde la comida es un simple complemento necesario para no morir y otros un pequeño descubrimiento que da alegría. El primero de la comida de hoy eran unas alubias casi de cuaresma con verduritas muy picadas y dos rodajas de chorizo potente, salvando el conjunto por el pimiento de la Vera que llevaba el caldo de su cocido. Bien. El segundo y estando en Zafra que es tierra cercana a Portugal, parecía obligado que fuera un bacalao con pisto casi excelente pero con receta antigua. Hace unas décadas algunos platos de los de fuego y salsa se dejaban excesivo tiempo a cocer para que el sabor de las viandas se trasladara al acompañamiento. Este era el caso y el sabor del bacalao estaba en el pisto y casi nada en el pescado. Ahora estos platos se tienen con la mezcla final del tomate y el sofrito más el pescado muy poco tiempo al fuego, para que cada elemento tenga y conserve su propio sabor. Pero la sorpresa estaba en el postre. En vaso muy simple podías elegir entre natillas, flan de queso, helado y mouse de chocolate. El mouse de chocolate era un descubrimiento pues con un color muy clarito aunque intuías en su interior el polvo rallado de un chocolate, este resultó algo trufado entre el batido de nata y creo que claras de huevo para terminar con otro golpe de chocolate rallado a modo de decoración simple. De tan sencillo que imaginabas al recibirlo sorprendía encontrarse un sabor muy potente a chocolate trufado que te obligaba a sonreír pues el color no invitaba a sospechar que aquello supiera con fuerza a chocolate. El vino y el postre un aplauso al restaurante El Cazador de Zafra.