Los clientes te están pagando tu inversión y tu sueldo, hay pues que cuidarlos con mimo. Hay que crear con ellos una relación personal y cercana, para conocerlos mejor, para adivinar sus deseos, para intuir sus desafecciones. Son los auténticos jefes de tu empresa.
Aunque tengas un pequeño taller, una empresa mediana o un gran servicio, debes tratarlos como si fuera una tienda de barrio, con cercanía, por su nombre, hablando de sus intereses, dando un servicio cercano y humano.
Aprende a preguntar para saber, pero no debes entrar como un elefante a preguntar por sus temas personasles. Hay que conocerlos pero con sumo tacto y poco a poco. Según ellos, los clientes, se vayan dejando.
Es importante conocerlos, pero también que te conozcan levemente, sin apabullar, pero que creen contigo una cierta empatía sin abrumar nunca. Hay que intercambiar empatía.
Escucha. Escucha mucho. Vuelve a escuchar. ¿Te he dicho que hay que escuchar mucho?
Cuando atiendas personalmente a un cliente, estás tratando a una persona que no quiere que le interrumpa otro cliente por teléfono, que se cuele en la conversación otro cliente que desde su casa está cómodamente llamando por teléfono. Él está allí.
Sonríe ante el cliente, sé positivo, cercano, amable, sencillo, paciente, natural. El cliente es tu jefe, hay que aceptarlos así. Y jefe —en ese momento— no tienes a otro.