Hace seis meses parecía que España se
partía por el lado Este y ahora el silencio más absoluto sobre este tema solo
se rompe con las declaraciones judiciales de los miembros de una familia de sátrapas.
Llevamos un año sabiendo que la política
en España va a sufrir o gozar de un renovado impulso con la entrada de nuevos
partidos y el decaimiento de otros. Pero el miedo guarda la viña y alimenta las
esperanzas de otros. También saben que nada es definitivo hasta que ya sea
definitivo.
Pero la corrupción y el desempleo siguen
allí, aquí, dentro de nosotros, atenazando a los jóvenes en silencio, sin que
nadie nos demos cuenta —y lo digo en serio— de los estragos que está
produciendo en toda la sociedad. Cuando todos perdemos calidad, sea mucha o sea
poca, todos perdemos mucho, pues hay que sumar a lo que se pierde, lo que
dejamos de ganar.
Lo curioso es que no se escuchan
suficientes soluciones, nuevos planteamientos, ideas renovadoras, revoluciones
ideológicas, conceptos nuevos, imposibles innovaciones. Si acaso nuevas
palabras, viejos discursos con más o menos pedagogía de laboratorio, gestos y
sonrisas. Estoy seguro que se han dado ustedes cuenta que ya todos sonríen al
hablar. Hemos perdido la seriedad pues no vende. Dirigirse en serio a la
sociedad no sirve para engañar.
En lo políticamente profundo no hemos
cambiado nada. Todavía. Seguimos sin saber hablar a las personas desde los
púlpitos del poder. Seguimos sin saber plantear la pedagogía básica para
explicar los motivos que llevan a tomar una decisión u otra. Seguimos sin
hacernos creíbles, sin lograr que se vea a los políticos con capacidad y
limpieza. Y así es imposible tan siquiera caminar. Y si nos quedamos quietos,
aunque creamos que hemos logrado la revolución, esta será callada e inerme.
Ella se podrá mover, pero nosotros no y se caminará al vacío.
Hace unos meses cientos de miles de
españoles decidieron participar en Círculos nuevos, votando, suscribiendo su
nombre al proyecto nonato, participando. Ahora estos ímpetus han bajado
notablemente. Volvemos a querer seguir estando políticamente parados. Curiosamente
en esos Círculos los más activos son personas que vienen desde otros lares
políticos, desde otras siglas. No son nuevos cabreados, sino indignados de
antaño que fueron incapaces de resolver las situaciones desde sus anteriores
puestos. Mal vamos pues, ya que lo que vemos es que son las mismas personas que
han cambiado de despacho o de silla.