Hoy he ido de hospitales a ver a un buen amigo. Su compañero de habitación está jodido. Mi amigo también. Y he creído que reírse de todo un poco era una forma de abrir la mañana gris y lluviosa. Las mujeres se reían conmigo pero ellos, pobres, solo pasaban los minutos. Si el infierno existe debe ser un gran hospital. Incluso la calefacción está tan alta en el infierno para parecerse a los hospitales, seguro.
Hay hospitales modernos pero los hay también de esos que las décadas los han convertido en celdas blancas sin intimidad. Se te puede morir el de al lado y tenerlo tan cerca que le escuchas el reloj latir levemente hasta agotarse.
Ayer se les murió a todos un joven del pasillo que provocó un tremendo drama humano entre enfermeras y médicos. Me lo contaba mi amiga en la cafetería con dolor y rabia, pues la muerte pasea y se lleva sin casi avisar al que le da la gana. Nunca te acostumbras del todo, aunque trabajes desde hace años en aquello. La familia le requería al médico con rabia que él les había dicho que estaba muy fuerte, que lo superaría. Culpaban al médico y él aguantaba sin serenidad sabiendo que era el menos responsable.
No, Dios no estaba en el pasillo.