Hoy (enero del 2015) me he encontrado con un chaval nacido en Guatemala que mañana por la mañana se iba a su país. Ha estado cuatro años aquí, en España, en Madrid, intentándolo. Es músico, no tiene carrera terminada aunque lo intentó aunque tampoco es una garantía de futuro. En los muchos últimos meses entre nosotros, en España no ha logrado nada importante, ha tenido que vivir de las ayudas de amigos. Y se ha acabado. Mañana se vuelve.
Es joven, de veintipocos, inteligente pero sin suerte, se sigue creyendo inmigrante aunque no lo parezca ni de rostro ni de voz tras cuatro años entre los españoles. Pero tiene la misma realidad que miles de españoles jóvenes.
Cuando España pierde a una persona joven, pierde un activo como país o como sociedad. Demostramos que no somos capaces. Pero intentamos buscar explicación a nuestra incapacidad. España no debe conformarse con tener 46 millones, nuestro objetivo deben ser los 60. Pero esto no parecemos entenderlo nunca, incluso no sabemos explicarlo bien.