Cuando en el año 2004 y ante la ONU José
Luis Rodríguez Zapatero en nombre de España presentó el proyecto de la Alianza
de las Civilizaciones, muchos en nuestro país y en el mundo se rieron de tamaña
propuesta.
La idea era muy sencilla. Había que
buscar caminos de entendimiento, de acuerdo, de solución al creciente terrorismo,
al aumento de la violencia, entre los occidentales y los musulmanes, entre el
mundo árabe y el mundo cristiano.
Había que impulsar un dialogo cultural y
social, desterrando soluciones militares a los conflictos entre civilizaciones.
Había que lograr un aumento de la calidad de vida en aquellos países que podrían
ser caldo de cultivo para los integrismos religiosos o sociales. Para ambos.
Los partidos conservadores de Europa y
EEUU ningunearon la propuesta del Programa de Alianza de Civilizaciones que se
aprobó en Naciones Unidas y aunque ha seguido con vida, su latido es muy débil.
Ahora, en 2015, se reconoce que la idea era buena, que han pasado 11 años sin
trabajar sobre la base de acercamientos sociales y culturales, y que aquellos
lodos están trayendo estos barros al mundo occidental, con un crecimiento
importante del terrorismo en todas sus vertientes y de las guerras nuevas por
su tipología, en toda la zona del sur del Mediterráneo.
Quien piense que el actual repunte del
terrorismo es una situación provocada exclusivamente por el islamismo radical
se equivoca. Y lo malo es que una equivocación aleja la posibilidad de
encontrar soluciones. Claro que hay violentos que incitan a la violencia desde
los púlpitos, manipulados por muchos elementos superiores, que no se nos olvide.
Efectivamente, los errores de los países occidentales con algunos dirigentes
árabes han sido tremendos, y ciertas situaciones de estas dos últimas décadas
se estudiarán durante muchos años en las universidades, para saber que es lo
que nunca hay que hacer en política internacional y social.
Pero sin entrar a valorar los inmensos
errores y las manipulaciones por parte de muchos, de sociedades pobres y muy
vulnerables a todo tipo de violencias, debemos empezar a pensar que el único
camino para resolver la actual situación pasa por algo parecido a ponernos a trabajar
sobre bases similares a las que acordó la ONU en el año 2004 a iniciativa de
España.
La violencia casi nunca es capaz de
acabar con la violencia. Y cuando lo hace es a costa de un tamaño de la violencia
que produce dolor y sonrojo solo de pensarlo.