Este fin de semana se han recogido 20 millones de kilos de alimentos en España para los más necesitados, en una labor de caridad sin sentido en una España que sigue malgastando millones en usos de becerros de oro. Esto no me ha gustado nada. La sensación guerrera de los grandes palet en los supermercados recogiendo legumbre y pasta es penosa para una sociedad que se creía haber llegado a Europa hace tres décadas. Si esta es la Europa, hay que salir de ella. Si este es el futuro hay que guerrear por otro.
No podemos sentirnos bien si hemos entregado las migajas de un euro contra el hambre. Esa no es la solución. Incluso diría que va en contra de la solución. Una sociedad solo puede hacer caridad cuando los mecanismos normales se hayan hundido. Una catástrofe natural o violenta. Nunca por errores en las políticas, que una vez y otra volvemos a refrendar nosotros mismos con nuestros votos.
Yo me niego a dar un kilo de trigo, un litro de leche. Eso es pecar, no es lavar la conciencia. Mientras se tiran millones de euros, millones de kilos, millones de horas de trabajo. Un kilo de lentejas es solo disimular, creyendo que el cielo así nos espera menos nublado. Lo siento.