El Rey, esperado en su primer mensaje navideño, estuvo teatral, consistente, nada que ver su su padre que aparecía artificioso e incapaz de creerse su papel de mandamás. Estuvo Felipe claro, lo que hay que agradecer pues siempre estos mensajes parecen destinados más para los periodistas que para los ciudadanos que miran, y estuvo concluyente con la corrupción como grave enfermedad para el sistema, para su propia supervivencia. Que se enteren las hermanas.
No me gustó tanto con Cataluña. No sirve solo con el mensaje de que nos queremos y que es normal que a veces estemos un poco enfadados. Cataluña camina hacia la desafección total por la suma de errores y tonterías de los que precisamente dicen que no quieren la independencia de nadie. Cataluña requiere algo más que decirles que sin ellos no somos lo mismo.
Habló de la crisis y dijo algo imprescindible. Tan importante es crear puestos de trabajo como crearlos de calidad. Esta es la punta de la solución a medio plazo y parecemos no saberla. No se trata de repartir horas de trabajo basura entre ciudadanos destrozados. Así no se levanta España. Hay que reestructurar la economía productiva y no dejar que los jóvenes mejor preparados se vayan. Y que no nos confundan diciendo que es bueno que se vayan unos meses a aprender más, pues la mayoría de los buenos de verdad no volverán. España debe estar en Europa pero también en Latinoamérica, aprender y cambiar hábitos. O si no, salir de la crisis será cambiar de crisis.