Uno a veces tiene noches negras, noches en las que se despierta a las cuatro de la madrugada y no hay manera de continuar escapado entre los sueños. Da una vuelta y cien, cuenta éxitos y fracasos, planifica el día pero no la noche. Mea, piensa, sueña despierto, vuelve a dar vueltas, se rasca, cierra los ojos con fuerza, pero todo es peor. Yo tengo un reloj que sobre el techo proyecta la hora y miro. Ya son las cinco y ahora y media. Pero sigo tan despierto como antes. Medito y me entra miedo pensar si me dormiré a las 11 de la mañana, cuando menos falta hace. Así que me levanto y escribo en el blog, para al menos creer que así no pierdo el tiempo. Si hiciera buen día saldría al parque, pero jodo, hay un frío del carajo.