Tras ver a trompicones pues era grabada,
la entrevista a Francisco Nicolás ayer en “Un
tiempo nuevo” a uno no le entran preguntas ni respuestas, sino
dudas posibles, que urge aclarar aunque lo táctico es cubrirlo con la arena de
la mentira y a ser posible con muchas dosis de silencio informativo.
Mi personal experiencia me dicta creer
que es posible todo lo que se cuenta. Lo que no quiere decir que sea verdad lo
que se dice. O que se mezclen mentiras y verdades.
Parece cierto que el CNI intenta fichar o
contactar con ciertos jóvenes en las Universidades y que les encargan pequeños
trabajos. No solo en Madrid. Y que a través del resultado de esos pequeños
encargos van cayendo otros con el lamín de que al final puedan prometer un trabajo
estable. Para contratar a los espías no se ponen anuncios en los periódicos ni
se hacen oposiciones.
Parece cierto y sé que en algunos
partidos se ha trabajado así, que para ciertos asuntos se entre a negociar con
personas desconocidas de la vida pública, que toman contactos con ciertas personas
importantes para asuntos notables y que si los primeros contactos abren
posibilidades son continuados por otras personas más preparadas. Si falla,
nadie ha realizado gestión alguna. El silencio es una herramienta de respeto.
Es cierto que en algunas instancias de
los partidos políticos es muy fácil entrar y salir de balcones y meriendas, aunque a los ciudadanos de
a pie esto les parezca imposible. Y es cierto también que la osadía abre
puertas, que los controles exquisitos son para personas anónimas pero muy
diluidos para personas con serenidad y conocimientos de las puertas que se
abren y cierran.
A partir de aquí todo lo relatado por
Francisco Nicolás puede ser verdad. O mentira. Y que en la misma medida en que
no se muestran pruebas contundentes solo cabe el diagnóstico a través de los errores de una
parte o de otra. Los alardes de visitas o las negativas de que estas no han existido
solo se pueden demostrar con pruebas, que dice tener el entrevistado.
De salir
a la opinión pública estas pruebas, quedaría muy tocados —más— altas instancias del Estado
por su chapucería y por su trascendencia. Sobre todo por ciertas zancadillas
hacia ERC, hacia los sumarios de la Infanta Cristina, hacia negocios privados
mezclados con gestiones públicas.
Urge saber, aunque lo cierto es que nunca
sabremos pues sobre todo urge tapar.