No me ha gustado Rajoy en su intervención
tarde y nerviosa de hoy, intentando explicar el momento de las relaciones entre
España y Cataluña. Mariano Rajoy ha estado muy bien en su intervención leída,
preparada, dentro de lo que es la línea política suya, con verdades contundentes de un discurso bien armado. Pero ha perdido el
sentido de Estado a la hora de responder las preguntas de los periodistas.
Hay titulares, aunque ninguna sirva para
resolver problemas. Hay titulares aunque no aumentan las posibilidades de
templar nervios. Hay titulares para contentar a los suyos, casi tantos como para
seguir cabreándolos. No ha cerrado más las puertas que ya estaban muy cerradas pero
ha dado un empujón a las que se habían entreabierto levemente, sin abrir
ventanas para que entrara el aire nuevo.
La carta de ayer de Artur Mas ya ha
tenido respuesta. Rápida y contundente. Pero deja la preferencia asumida de que
habrá unas nuevas elecciones en Cataluña, que asume serán plebiscitarias y por
ello complicarán aun más la situación. Sabe que está aumentando el
independentismo en Cataluña pero no ha querido responder a si intentará que no
aumente más. No tiene respuesta a lo que no controla, pero los líderes válidos
deben dominar todos los escenarios.
No ha resultado nada creíble en su alegato de que
no domina a la Fiscalía, aunque es verdad que sus propios huéspedes populares se
lo habían puesto imposible unas horas antes. Ceder a la Justicia las soluciones
políticas es un mal negocio, pues la Justicia siempre responde cuando se le
pregunta. Aunque las respuestas no sean las más válidas para cada momento. La
Justicia no entiende de situaciones, es una máquina de tomar decisiones si se
le pide que lo haga, pero no analiza las consecuencias sino las legalidades con
arreglo a párrafos legales aprobados y firmados. Cuidado con preguntar a la
Justicia por temas políticos, pues siempre responde y lo que dice no cabe en
una negociación.