Estoy en Barcelona, a escasos 60 metros del gran cartel luminoso que va anunciando como bajan los segundos que faltan para un nuevo país. Para ellos y para nosotros. Todo puede ser nuevo dentro de cuatro días.
El ambiente es muy normal, sereno, agradable, las personas caminan como siempre con sus problemas y dudas, sus éxitos y trabajos, ajenos a lo que se cuece aquí, en el Palacio de la Generalitat. Si acaso en la calle de la plaza y junto al Ayuntamiento, se ven puestos fijos de Antena3 y de Telecinco. Cazadores de novedades.
Pero los catalanes no es que estén absortos ante tamaño desafío a la historia de todos, no, simplemente es que dejan hacer a sus dirigentes. Confían en que se hará lo que se pueda hacer. Ellos esperan al domingo y ya verán.
En mis paseos, comidas o cenas, el trato ha sido exquisito, muy agradable y amable en las conversaciones mantenidas. Algunas largas y de variada temática, no solo nos dedicamos a saludar sino que intentamos palpar las sensaciones. No me siento extranjero, pero tengo una ventaja, se nos nota que somos los primos, somos los aragoneses. Los vecinos familiares.
Aragón tiene un dolor con Cataluña muy mal resuelto. Somos los primos del pueblo, los pobres, los rurales, a los que se les puede quitar las cosas. Somos buena gente y esto es cierto. Se nos aprecia y tenemos un pasado común que pesa y se respeta desde Aragón, no tanto desde Cataluña. Por eso este proceso muchos aragoneses lo vemos de distinta manera, si queremos verlo. Pues nuestra experiencia de relación es amplia.
Cada vez veo más cierto que el proceso va a terminar como a mi no me gusta. Cada vez veo más grande la idiotez de los que nunca han entendido a Cataluña, pues nunca se han preocupado en venir por aquí a dejarse impregnar de esta parte de España. Y sin pisar sus calles, hablar o dormir entre ellos, es imposible entender sus realidades. Entenderlas no es obedecerlas, es aprender a negociar, saber que todo tipo de problema tiene solución excepto los que no tienen solución. Pero estos muchas veces solo han dependido del tiempo para convertirse hoy en imposibles, y con Cataluña los catalanes han sabido jugar mucho mejor todos los tiempos.