Nos quedan dos meses y medio para acabar
el año 2014. Malo de narices. El año que decían iba a ser el tiempo de la
recuperación. Son 80 días para la desesperanza o la suerte, pues parecen
imposibles los acuerdos y los aciertos. No voy a enumerar los tremendos errores
que penden sobre nuestras cabezas en espera de que el tonto de mi lugar siga
equivocándose y no sepa sujetar cuerdas, arreglar rotos, apañar las costuras
sociales que ya empiezan a oler. Da igual pues se multiplican.
Tienen —los que mandan— que dar gracias a
Podemos pues como son la esperanza están logrando sin darnos cuenta nadie que
las sociedad siga esperando al 2015 como agua de mayo para que los cambios
surjan de forma legal, pacífica y democrática. Si no existiera Podemos la gente
no podría aguantar igual, pues como nos falle la recuperación anunciada, se nos
estrella el futuro.
Los datos que saldrán en noviembre sobre
desempleo serán muy interesantes para ver si nos tenemos que tranquilizar algo.
No importa tanto el tercer trimestre como el cuarto de 2014 para ver si España
está cayendo con Europa o ha sabido salir del camino del infierno. España es diferente
por el turismo y sus cuentas importantes son las de los trimestres que vienen
ahora, el último de 2014 y el primero de 2015. Ojala sea verdad ese enunciado
de que hay ramas vigorosas, pues lo necesitamos muy seriamente.
Nos queda la incapacidad de muchos
miembros del gobierno, nos hace dolor el asunto de Cataluña, la tremenda corrupción
asentada y por descubrir, el poder débil y absurdo de ciertos medios de comunicación
enfermos de miedo, un tomar espacio y tiempo para Felipe VI, Pablo Iglesias y
Pedro Sánchez. Un tener empatía con la sociedad que sufre cada vez más y en
mayor medida y que ya no espera que le expliquen nada. La propia realidad le está
explicado todo.