A veces como españoles nos cuesta seguir
creyendo en el país. Entre el asunto del ébola, grave y preocupante por el
descontrol que se refleja, y las barbaridades de los tipejos de las tarjetas
negras, damos asco e incluso miedo.
El tema del ébola no debe preocuparnos, a
poco que sepamos tomar las medidas correctas. España tiene los mecanismos correctos
para controlar esta epidemia, de momento en forma de contagio muy localizado,
aunque represente una mancha más en nuestra capacidad para gestionar las
crisis. Los sanitarios están preocupados sobre todo por que algunos de ellos ya
sabían que los riesgos eran altos y la medidas tomadas muy justas. Pero tenemos
los medios para no tener que preocuparnos en exceso.
Pero debemos tomarnos muy en serio
nuestro sistema de trabajo, de gestión, de comunicación, de creernos que somos
un país importante. Damos la sensación de ser un país de pandereta, lleno de
idioteces, de personas poco válidas, de ladronzuelos de media altura. Así nunca
lograremos salir de esta falta de respeto social que padecemos como país de juerga
y de pena, a partes iguales. Y acabar a gorrazos con toda esta inmundicia
mediocre, que solo sabe emborracharse de lujos, colorines y sonrisas falsas.
Y de Aragón podría decir lo mismo, pero ampliado un 50% por no ser soberbio.