Hoy no pensaba tomar un whisky tras la cena y un excelente Bach blanco semidulce. Pero por la tarde un golpe me había atacado la moral, con una amiga de 43 años que sufre el miedo de un cáncer nuevo del que espera el apellido.
Los ánimos suenas a deseos, las fuerzas cuando se tienen niños muy pequeños suenas a castigo absurdo, pues venimos de una educación del premio y el castigo. No hay suerte ni mala suerte. Hay casualidades y tropiezos, hay inexplicables retos. Hay siempre amigos que empujan y pequeñas luces de amor, de esperanza, de energía escondida.
Mi whisky sabe a madera dulce, a tiernas flores primaverales que no se doblan ante el viento fuerte, de bodegas con mucho trabajo hasta lograr un gran trabajo de recuperación de los sabores. Tras las noches de descanso siempre vienen las mañanas de duro trabajo nuevo.