La capacidad de influir de Podemos empieza a ser importante.
Ha logrado que Gallardón se tenga que esconder y abandone la política pues el
PP ha decidido que ellos ya no están de moda y que deben rectificar a menos
derechistas decimonónicos. Y lo ha pagado Alberto, que se va cabreado con
todos.
Lo malo es Gallardón (el hijo) es que tras labrase un futuro
prometedor haciéndonos creer que era de izquierdas pero disimulaba —aunque nos
lo había advertido su padre— era un tipo muy del Opus, de Dios es Cristo y poco
más. Y ahora, una vez que lanzó al aire su progresismo, solo le queda marcharse
llorando pues no ha servido para nada. Ni los obispos le pueden agradecer su
trabajo, pues el papa Francisco los ha jubilado a todos los de su cuerda.
Tan cabreado se va, que no quiere ni esperarse a que lo nombren
la Gran Esperanza madrileña en lugar de la Esperanza de la huida. Maldita impaciencia.
A Mariano le están amargando el viaje a China. A mi me
jodería, la verdad. Yo si un día me voy a China, joder, no me vengáis
molestando con Cataluñas ni Gallardones, que me quiero ir tranquilo y con
sonrisas. Uno no se va a China todos los días y sienta muy mal dejar el “empandullo”
aquí tirado para la Soralla, que no sabemos bien qué futuro tiene. Igual mucho.
Los de Podemos han logrado que Belloch no se presente, que
Pedro llame a Sálvame todo preocupado por un voto, y que dimita Gallardón casi
llorando. ¿Qué será lo próximo? Y eso sin gobernar. A poco que cojan alguna
alcaldía en Soria les veo modificando la Constitución y obligando a todos los
mediocres a dejarse coleta. Yo lo siento, pero ya no tengo pelo ni para ser de
derechas, así que menos para dejarme coleta. Me haré insumiso.