Jordi Pujol en su declaración de ayer
ante el Parlamento de Cataluña se ha comportado como Jordi Pujol, lo que deja
en muy mal lugar a los catalanes con capacidad de decidir en los últimos 34
años, es decir, a casi todos, por no darse cuenta de los errores que ahora están explotando, en el peor momento.
La violencia verbal de Jordi Pujol, cuando se debe
acudir a pedir perdón, molesta sobremanera para entender cómo hemos sido
capaces de soportar a un tipo que se creyó el único constructor de una Cataluña
que sobre todo necesita líderes con capacidad de negociación y de trasmitir
serenidad a su sociedad.
Cuando se acude a hablar poco de la
verdad y mucho de los sentimientos, cuando al final todo se convierte en un
discurso viejo que se debería haber realizado hace 30 años y no ahora, de poco
caben los miedos y temores de que todo esto ha explotado en el peor momento
para el futuro de Cataluña, aunque intencionadamente por los fontaneros que controlan
los flujos de las basuras de Estado.
Cataluña odió ayer tener que acusar a Pujol, y
se ha notado en las intervenciones del Parlamento. Los políticos y la sociedad
catalana tenían un referente que se ha hundido y eso no se está admitiendo pues
era un activo de todos y lo han perdido. Cataluña sin Pujol es menos, pero la
culpa es de quien dejo crecer alrededor suyo a una pandillas de cuervos que
meten miedo. Y la mayoría de ellos no son familiares.