27.8.14

No hay obligación de que otros nos tengan que dar trabajo. Animaros

El autor del blog es el de bata blanca. Snif!
Mi abuelo tenía muchas horas para trabajar cada día y pocos terrenos propios para trabajar. Por eso distribuía su trabajo entre alquilarse a otros agricultores y sus propios terrenos pequeños. Pero las mejores horas de cada semana las dedicaba a sus campos de remolacha o de patata, donde intentaba que salieran los mejores frutos, más gordos, limpios de insectos, con mejores defensas ante las inclemencias del tiempo. Allí él decidía qué plantar, cuando recoger, de qué forma se abonaba o sulfataban. Luego compró tierras de cereal en secano, unas vides viejas, algo de huerta, más campos de remolacha, algunos de patatas. De sus cinco hijos algunos tuvieron que emigrar, pero poco a poco sus hijos dejaron de trabajar para otros agricultores ricos hasta trabajar solo para ellos. Quedó un hijo solo por la comodidad de la ciudad. Llegó el girasol, luego al alfalfa y el maíz, diversas clases de cereal, algo más de regadío, la maquinaria alquilada, el vino, algo de ganadería.

No hay obligación de que otros nos tengan que dar trabajo. La sociedad hoy se ha acomodado en pensar que las empresas y sus dueños deben darnos trabajo. Que nosotros debemos ser solo la mano de obra. Y nos quejamos de que además somos baratos, no tenemos derechos, nos mal utilizan. Pero no pensamos como nuestros abuelos en crear nuestra propia empresa de trabajo personal. Nuestros abuelos no tenían cultura, no sabían leer o simplemente no leían, pero en cambio intentaban vivir de SU trabajo en SUS tierras. Poco a poco intentaban raer metros, fanegas de superficie agraria. Hoy todos esperamos simplemente a no perder el trabajo que nos dan otros. Los terratenientes son ahora empresarios de trabajo que nos alquilan sabiendo que nosotros no somos capaces de crear nuestro propio trabajo y producción. ¿Qué es más difícil ahora crear un puesto de trabajo que hace 80 años un puesto de trabajo en el campo? Eso es por que no has trabajado en la siega con hoz, en la recogida de la remolacha con todo el frío de enero agachándose a mano o en las pedregadas de la fruta o el cereal sin seguros posibles.