En política muchas veces las cosas quedan más que por su
contenido, por sus formas. Miren la fotografía de Rajoy y Merkel haciendo seis
kilómetros del Camino de Santiago, y observarán que lo de menos es andar hacia
Santiago de Compostela sino la conversación, las formas. Sin la fotografía no
tendría sentido andar hora y media. Si además hubiera conseguido que Ángela Merkel le
mirar a los ojos con cara de alumna aventajada, será perfecta para auparse en
la España que busca luces, es decir a toda.
Pero las formas demostrativas han cambiado, si. Antes los
acuerdos se hacían en un despacho, en una bodeguilla o en un restaurante. Casi
siempre entre dos maromos varones con traje gris. Mariano Rajoy, que es una
mezcla de gallego calmado, ecologista de campo y andarín de los que no se
mueven, ha decidido hacer caso a sus asesores y lanzarse al “Camino” para
demostrar que es amigo de la Ángela Merkel. Sin duda un acierto, una buena decisión de
imagen. No había más peregrinos pero si muchos fotógrafos.
Los frutos los veremos en las próximas semanas, aunque sin
duda el precio a pagar por el paseo será más control del gasto público, más
control también de las políticas para evitar perder poder y una integración
económica con Europa mayor, siendo nosotros los pobres arrastrados tras los
ricos. Tal vez sea mejor estar, aunque sea en un puesto menor, que quedar
relegado a ser el arrastrado que solo lleva la carga de la que nadie se acuerda
más que para ir cómodo en el viaje.