La enemistad es como un golpe seco, se produce en segundos y
puede durar años sin que ya nos acordemos del motivo. Cuanto te enemistas con
alguien o con algo lo de menos es el motivo, lo de más la intensidad y el
tiempo transcurrido. Si llevas muchos años de enemistad con alguien ya has
perdido la moción del motivo, incluso realmente te da igual el inicio, pues lo
cruel son los años trascurridos de enemigos, los que han ido puliendo la
crueldad del odio, para ponerte a pensar que seguro, por algo importante odias,
aunque ahora no te acuerdes bien.
Una amistad puede tardar meses en fraguarse, una enemistas se
produce en un instante. Una frase generalmente, es el desencadenante que abre
la puerta por donde metes la uña para rascar o para hacer palanca. A partir de
ese momento estás perdido. Creo que a veces es mucho mejor ser sordo o hacer
como que no ves.
En realidad una enemistad se podría curar en minutos, pero
no queremos, nos apetece crearnos un enemigo, somos incapaces de pedir perdón,
no nos gusta dar nuestro brazo a torcer. Va en nuestra personalidad humana.
Como los ciervos de gran cornamenta sentimos que hay que demostrar la enemistad
pues necesitamos tener enemigos como tenemos amigos, como contraposición para
amar más a unos mientras odias más a los otros. Lo malo es si en plena palea te
parte la cabeza de un golpe seco.
En realidad si nos fijamos bien, los enemigos no sirven para
casi nada. Es un añadido a la vida que resulta casi inútil. Tener un enemigo es
más un peso que una virtud, pero tener diez es un gran hándicap para ser feliz.
En cambio nos da la sensación de querer coleccionarlos.