En las últimas décadas hemos tenido en Europa —y por ello en
España— un capitalismo aceptable pues lograba hacer crecer las Clases Medias y
el Estado del Bienestar y por ello mantener la esperanza de que una parte de
los trabajadores mejor preparados lograrían tener una vida más razonable, con
más derechos y un nivel de vida en aumento. Gran parte de los trabajadores llegaron a
creer que ya no eran obreros sino clase media, sin saber realmente qué era esa
división.
Pero con la actual crisis provocada y sobre todo muy bien
utilizada la situación va cambiando —en la Europa del sur de momento— poco a
poco pero sin cesar, en la misma línea económica y laboral en la que trabajaron
Reagan, Thatcher o Bush padre, logrando hacer que los EEUU perdiera clases
medias, a costa de un crecimiento del número de trabajadores de nivel bajo y un
mantenimiento de ese 20% que siempre sigue siendo el “rico”, que además de
tener dinero tiene el poder, y que nunca se presenta a las elecciones.
Estas políticas se basan en tres pilares fundamentales.
Menos salarios y menos derechos laborales
Menos estado del bienestar o simplemente menos Estado
Menos igualdad en el acceso a la educación y formación de calidad
Podemos fijarnos que es un tipo de políticas que en España
también se están realizando y no solo de la mano del PP aunque mucho más desde
la mano de los conservadores. Pero este tipo de políticas económicas y sociales
fueron empleadas también por el PSOE ante la crisis, o por partidos
nacionalistas españoles en sus territorios. La Clase Media resulta a veces un
estorbo, pues si bien hace el juego necesario del consumo, tiende a pedir más
derechos de los que las Clases Altas desearían entregar, pues saben que se
contagian hacia las Clases Trabajadoras o Bajas. Las Clases Altas permitirían
que las Clases Medias fueran cómplices del reparto desigual, pero en la medida
en que estas se alinean más con los trabajadores, producen temor en los que
gobiernan desde la sombra.
Nunca ha sido problema políticos de derechas o
izquierdas, aunque nos lo han hecho creer para mantenernos en tensión social
controlable por los “escondidos”. La división es entre poderosos y
trabajadores. Entre los que trabajan para el sistema y los que recogen el fruto
del sistema. Lo curioso es que siempre han existido un gran número de
trabajadores incapaces de ver que estaban siendo manipulados. Aceptarlo y
asumirlo puede ser lógico y entendible dentro de las formas personales de
comprender el sistema, pero creer que esto no es así como funciona, sobre todo
si tienes una formación suficiente, es curioso.
Pero si nos fijamos en el tercer punto de los arriba indicados
como herramientas desde el poder para controlar el mercado laboral y social,
vemos que efectivamente, en la actualidad —y casi siempre— la mejor manera de
controlar el sistema creado para su beneficio es dominar la formación y educación
para que se creen el número de profesionales que se deseen crear y que sepan solo
hasta donde se quiera que sepan. Nada menos de aquello necesario para que sean
muy productivos; nada más de lo estrictamente necesario para que no sean más
libres y se monten sus sistemas de trabajo propio.
Los sindicatos han entrado al juego desde hace décadas por
motivos que ahora todos vamos destripando. En vez de crear grandes cursos de
alta calidad para dignificar el trabajo y permitir crear empresas nuevas desde
el autoempleo, han optado por lo sencillo: cursos de iniciación, sencillos,
básicos o a lo sumo de calidad intermedia. Por ello en España no tenemos un
tejido industrial o empresarial de calidad, pues en gran medida son empresas
que pasan de padres a hijos, o grandes corporaciones que nunca admiten la
competencia, o nuevos oficios que sufren la purga económica de la mala
financiación. Donde no llega el sistema, llegan los bancos para pulir y
limpiar.