Con las propinas pasa algo curioso en este mundo raro de
narices. Hay países y profesiones donde la propina forma parte de la lógica e
incluso otros donde las propinas van incluidas en las facturas, pero en
realidad las propinas son siempre de mal gusto y un descaro de servilismo. Países
y oficios donde a la hora de negociar los sueldos se habla de las propinas como
una parte variable que logra subir los sueldos hasta “aceptables”.
La mejor propina debería ser volver al mismo lugar y
consumir otra vez. Ser un cliente fiel y agradable. Pagar un 10% de propina por
un servicio o incluso por una obligación que en algunos casos llega a figurar
en la nota, es además de un abuso, una vergüenza para los trabajadores. Los
sueldos deben ser conocidos, fijos y suficientes según la labor desarrollada y
vivir de las propinas un claro error que soportan los trabajadores, de forma
equivocada.
Si en un oficio se paga poco lo que hay que hacer es buscarse
otro puesto de trabajo, si hoy es difícil, mañana mismo. Pero no pensar en las
propinas como forma de sobrevivir, pues nos estamos convirtiendo en esclavos de
la miseria, de la voluntad ajena.
¿Quién se queda en realidad las propinas? Por que esta es
otra, en muchos países de los que exigen las propinas, los dueños se quedan con
una parte de las mismas como parte de la estructura necesaria para que los
trabajadores reciban las propinas. Es el colmo, los trabajadores pagan parte de
las propina al empleador, por dejarles trabajar en su local. Con dos pelotas.