Tras el “Discurso del Rey” tembloroso pero sin necesitar de
terapeuta como en la película, toca analizar el texto del nuevo Rey con la
calma necesaria para un texto que sin duda es importante.
Ha insistido mucho en el texto de “Rey Constitucional” y
suena bonito aunque esconde algo más. Nada es en un texto de estas
características casual sino causal. Como muy bien dijo Pablo Iglesias al jurar
la Constitución: "Hasta que esta cambie por otra". Que el Rey insista en que es—y
quiere remarcar— un Rey Constitucional está bien. Con la Constitución de hoy y
con la que tuviera que venir mañana. Sin leyes un Estado, una sociedad, no puede
funcionar. Pero para que funcione tiene que tener mecanismos de cambio y de
recambio. Y tienen que ser leyes aceptadas por la inmensa mayoría.
El discurso fue sencillo, tocó todo lo que debía señalar,
pero sin profundizar en nada, que no es que se pida pero que tal vez en algunos
temas podría (debería) haber incidido algo más. La situación en la que llega no es buena
y aunque marcó camino con la modernidad y el cambio generacional ampliamente
referenciados, un camino nuevo de palabra, son simples brochazos en bruto, que cada uno escuchamos
como queremos.
Bien señalar a Europa como referente y a continuación y sin
punto y aparte hablar de Iberoamérica y de su importancia en nuestro futuro,
del castellano como referente cultural muy importante para nuestro crecimiento
como sociedad.Simplemente correcto.
Inevitable la referencia a la justicia, a la pobreza y la
crisis, a la unidad de España pero no a su uniformidad, a las lenguas de una
España muy plural. Es cierto que el Rey no puede intervenir en temas de
gobierno. Pero esa certeza es maleable pues si bien no gobierna, es cierto que
sí incide y medra si él quiere. Hubiera dicho lo que hubiera dicho, nadie le
hubiera retocado el mensaje desde el Gobierno.Con la que tenemos encima, no mojarse es literalmente "tomar partido por no mover nada".
Pero voy a incidir en el texto de “una España unida en la
que cabemos todos”, enorme reto pendiente en el corto plazo. España necesita
una inteligencia política exquisita, un separar a gentes cerradas de todo este
proceso y abrir la mente para entender y no para imponer. La inmensa mayoría no
queremos la separación de ningún trozo de esta nación de naciones. Por cierto
Europa también lo es así y la hemos aceptado. Pero para evitar el desastre, para lograr el
entendimiento, para reconducir los sentimientos de todos, se necesitan gentes
abiertas y nuevas, capaces de —sin ceder en todo— ceder en lo necesario para
lograr abrir el camino. En este proceso no hay enemigos, lo que si hay es mucho
talibán del enrocamiento, de la idiotez política sin saber que cada camino se
hace al andar.O España trabaja en modernizar sus formas y en entenderse con todos o seremos menos.
Por último recordar la referencia que hizo a la cultura con el
nombramiento de Machado, Espriu, Aresti y Castelao —faltaba un aragonés como GRación o Miguel Labordeta— como
una referencia perfecta a la diversidad de nuestra cultura y un leve guiño a la
cultura republicana que sobre todo añoramos la forma en la que la II República
supo tratar la modernidad de aquel momento, la cultura y la innovación social.
Discurso flojo en sus formas, suficiente en sus fondos, con
una falta de calidad literaria que puede perdonarse por la importancia del
mismo o precisamente no debe personarse por lo mismo. Él quería llegar a todos
y en el camino se perdieron mejores construcciones literarias.