Tras escuchar los primeros compases de la tercera sinfonía de Mahler a uno solo le cabe ponerse tierno y hundirse en otro mundo. Pero no estoy en la posición ni comodidad sonora para atender.
Vengo de hablar con una amiga que lo ha pasado muy mal hace solo unos meses. Está recuperada, todo es asumible, pero lo piensas hacia atrás y te entra el dolor de la muerta golpeando la entrepierna.
A media tarde ha estado con otro amigo, esta vez desafectado de la política. Si me lo dicen solo hace dos años no me lo hubiera imaginado. Algo estamos haciendo muy mal desde lo público para que incluso los que han levantado las columnas se vayan de campo, asqueados de tanta basura por los suelos. No es todavía el caos, pero si el final de un ciclo social largo.