La ayuda para vencer sus dolores les debería venir de otras personas comunes, pero solo son capaces de encontrar a su lado a personas llenas de heridas muy parecidas, lo que convierte los problemas en círculos viciosos que se van alimentando mutuamente.
Lo curioso es que no se atraen por la similitud de vidas, pues muchas veces las heridas son totalmente distintas, nada les sirve para que les ayuda a lamerse las cicatrices tan distintas. Pero se rodean solo de personas mal golpeadas, vulnerables, sacudidas por el dolor o molestas por patadas en los riñones habituales de vidas conflictivas.
Es como si el dolor uniera, cuando en realidad lo que estas personas buscasen fuera la comprensión, la paz interna compartiendo los problemas, la tranquilidad, el sosiego, la normalidad personal rodeándose de personas con problemas que compartir.
Es como si el dolor uniera, cuando en realidad lo que estas personas buscasen fuera la comprensión, la paz interna compartiendo los problemas, la tranquilidad, el sosiego, la normalidad personal rodeándose de personas con problemas que compartir.
Tras cualquier golpe vital hay que buscar otra vez la normalidad, que precisamente suele ser lo más normal, lo más habitual para ser encontrada.
La gran duda es qué sucede una vez que una de las dos personas logra superar sus problemas. ¿Sigue existiendo la relación entre ambos en igualdad de intercambio vital?
Posiblemente en estos casos de personas que se atraen por afinidad ante los problemas, lo que existe por dentro es una falta de cariño y entendimiento exterior a sus problemas por los que les rodean, y eso hace que busquen personas afines con las que compartir sus dolores, que siempre son escuchados por esa otra parte, pues en el fondo son similares vidas en el dolor que les atrapa.
Ante un familiar o amigo que tenga problemas, lo más importante (aunque no lo único) es escuchar, entender, comprender y volver a escuchar.