Hoy nos hemos cruzado en la Catedral de Granada con un matrimonio francés, desde el Occitania paseando por Andalucía. Estaban abriendo un confesionario para ver qué se escondía dentro cuando hemos intervenido para explicar de qué iba aquello. Lo sabían pero no creían que en este siglo se siguieran empleando. Él era escritor y ella traductora, ambos sexagenarios con una idea de España algo curiosa. ¿Qué trasmitimos a los europeos desde España de nuestra realidad social del siglo XXI?
Occitania es el sur de Francia, pero aun estando ellos casi llenos de información sobre España, es sesgada y curiosa. Admiten y lo dicen que la influencia árabe en España fue enorme pues estuvieron ocho siglos -me decía ella- y por eso la mujer todavía tenía que taparse tras la reja al acudir al cura a decirle los pecados. El hombre no. Pero me confesaba que los árabes nos trajeron mucha cultura del amor, de la poesía, de la naturaleza. ¿La seguimos utilizando?, me preguntaba.
Cuando ya parecía que esa mezcla árabe en las venas nos favorecía a los españoles, me ha interpelado si no era horroroso que aquel Santiago montado a caballo estuviera pisando la cabeza de un moro tumbado en el suelo. Que además era la escultura más grande del retablo más grande de la Catedral más grande de Granada. No era fácil responder, así que me he inventado que la imaginería era más violenta que la realidad. No he podido preguntare al moro del suelo si opinaba lo mismo pues es de mármol.
Cuando ya parecía que estaba logrando convencerla de que no somos tan brutos como ellos creían y tras preguntarnos de donde éramos nos ha respondido: -Pues tenemos que ir a Zaragoza. Queremos saber por qué se dice eso de que la Virgen allí no quiere ser francesa para bombardearnos como Capitana del ejército español. En ese momento nos rendimos mi santa y yo, y sonriendo les dijimos que disfrutaran de Granada y su comida.