Hoy tocaba ir de consulta hospitalaria, a esos pasillos amplios donde te reúnes con otros enfermos esperando que una voz te llame a través de un megáfono. Si estás allí sueles estar enfermo de algo aunque no se note, pues las revisiones periódicas son cada vez más escasas en tiempos de recortes. Cuando entras a la prueba funcional te das cuenta que eres una máquina de carne a la que le van a revisar los motores o el tubo de escape. Depende de lo que diga la máquina seguirás siendo libre o te meterán al garaje a cambiar piezas o ajustar engranajes. Lo dicho, meras máquinas de carne. La enfermera sabe que lo estamos sintiendo así y nos trata con cariño comedido. El resto de la decoración son máquinas mientras te desnudas, luego ya ni las miras y han desaparecido para tus ojos.
-Ya se puede ir, en quince días le mandaremos la carta a casa- me dice amablemente con cara de nula preocupación. Eso debe ser que estoy bien. O que ya está acostumbrada a todo.