Escuchaba en la Universidad de Valencia una orquesta de cámara sonando como los ángeles -sobre todo cuando la percusión aumentaba su poder sobre el resto de componentes- cuando por un momento se me ha escapado la mente en busca de más perfección en el sonido enlatado que queda tan lejos del natural, del real.
La pregunta me parece tonta ahora, pero es cierto que con todos los avances tecnológicos que tenemos no parecemos capaces de lograr que el sonido grabado reproduzca la realidad, por muchos avances que le pongamos. Luego he preferido pensar que el problema es al comprimirlo para venderlo y que en algún sistema profesional sí se logra que lo enlatado suene como seis simples músicos de cámara.
Sucedía todo en la antigua capilla de la Universidad, un lugar idílico para el sonido del siglo XVIII y lleno de personas escuchando "Air pour des fous tristes" de Jean Philippe Rameau.