Parece sencillo pero presentar unos chipirones en su punto es harto complejo. No deben estar crudos pero en unos segundos se van convirtiendo en duros, pierden jugosidad y se vuelven bobos. El chipirón debe estar bien limpio pero es complicado mantener o realzar su escaso sabor. Presentarlo bien es más sencillo.
Vengo de un pequeño bar de barrio en donde antes de los chipirones hemos tomado unos lomos de bonito en escabeche con cebolla dulce, pimientos del piquillo a tiras pasados por sartén con un ligero aroma a ajo y por encima y antes del suave vinagre dulce unos gruesos boquerones en vinagre sin pasar.
Para terminar unos guardia civiles picantes y una oreja muy cocida y con perejil y ajo pero con un truco que no he podido adivinar para darle una ligera sensación de confitura pero sin pasar por aceite muy caliente. No me lo han contando, escondida la cocinera detrás de una sonrisa.
A veces en los barrios se esconden maravillas sin estrellas, solo con brillos en los ojos.