Acaba el año más complicado para España de las cuatro
últimas décadas. Si hacemos balance admitimos que podríamos estar peor pero a
su vez que deberíamos estar mucho mejor. Se han perdido empleos, derechos,
ilusiones, creencias, oportunidades de empezar a edificar una sociedad más
estable y capaz.
Empieza un nuevo año con pocas ilusiones aunque algunos
medios de comunicación nos quieran vender lo contrario. Deberían preguntar en
la calle, pero eso les pilla muy abajo.
España es más pobre que hace un año, tiene más pobres que hace
un año, tiene más desempleados que hace un año, tenemos menos derechos y la
sociedad está más cabreada. Desgraciadamente este es el balance aunque todavía no
está en el punto de no retorno. Esa sería la nota positiva. Queda margen para
modificar sensaciones, para levantar a España de su hundimiento económico y moral..
Pero lo más grave de todo ha sido la pérdida de actividad social
de la gente. Mientras cada día que pasa hay más trabajo entregado y voluntario
de muchos españoles para ayudar en la desgracia y la pobreza, a la vez, hay más
desafección, más esconderse y no mirar a su entorno, más no querer saber nada
de nada, más no creer en nadie. Unos pocos valientes están intentando ayudar a
los necesitados mientras una gran mayoría se calla y mira a otro lado pensando
que si se quejan les puede tocar a ellos la pobreza. Es la gran atadura social
de esta crisis.