He caído en la trampa del WhatsApp como un pardillo imberbe, como un jovencito desconsolado, como un adulto con un juguete nuevo. Sabía que mis debilidades eran amplias y variadas, pero nunca pensé que fueran tantas y tan modernas. Es la vida inconstante de un tipo mayor que cree en los diabólicos inventos de los mercados consumistas. Ya no podré ir al cielo, pues allí no hay WhatsApp