Mario Vargas Llosa es como es, no lo vamos a descubrir a
estas alturas; un excelente escritor y a veces un opinador incómodo y muy
cerrado. Sobre todo por su propia experiencia personal es un enemigo brutal de
todos los nacionalismos. Lo complejo es saber, si en verdad es enemigo todos los
tipos de nacionalismo y no solo de los que él considera nacionalismos “pequeños”,
defendiendo en cambio los que se consideran “de Estado”.
El nacionalismo no existe. Existen varios nacionalismos,
varias formas de entender lo que podría ser la defensa de la nación, desde la
nación pequeña y cultural a la nación histórica e impuesta, pasando por la
nación cómoda e interesada por el momento económico o político del momento. Hay
nacionalismos violentos como hay curas violentos, médicos asesinos o cocineros
que odian los guisos de toda la vida. Y efectivamente hay nacionalistas
pacíficos como hay curas humanistas, médicos que están trabajando todas las
horas o cocineros que adoran los guisos de su madre.
Pero como me parecen interesante conocer las palabras de
Vargas Llosa en su discurso de aceptación de los Premios del Periodismo de El
Mundo, os dejo algunas de sus palabras. No comparto en absoluto nada de lo que
dice, pero le respeto. Espero que lo que opinan como él hagan lo mismo con los
que opinamos que algunos nacionalismos son muy útiles para defender la
pervivencia y el respeto hacia lo cercano, lo histórico, lo que no nos
pertenece pues estamos de paso; sabiendo que debemos dejarlo en herencia al
menos tal y como nos lo encontramos; en derechos, respeto y vitalidad histórica
y social.
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(…) Yo creo que el nacionalismo es una de las grandes
aberraciones de la Historia, es un sobreviviente del estatismo y del
colectivismo, es una doctrina que atribuye la importancia del individuo a su
pertenencia a un colectivo, aberración absurda que niega la libertad
individual, que niega la posibilidad de un ciudadano, de una ciudadana de
elegir su propio destino y ser lo que quiere ser mediante una conducta
determinada.
Es una aberración que convierte el pertenecer a una
colectividad en un valor, en un valor cultural, en un valor político, en un
valor ético. Las peores desgracias que ha vivido la humanidad en los tiempos
modernos han sido el resultado de la ceguera de la obtusa visión y la violencia
que forman la esencia misma del nacionalismo. Por eso tenemos que combatir el
nacionalismo sin complejos de inferioridad, absolutamente convencidos de que el
nacionalismo es la negación de la civilización, de la democracia, de todas las
instituciones que han ido desbarbarizando la vida y humanizando al ser humano.
Es verdad que hay nacionalistas pacíficos, cultos, benignos
y que parecen inofensivos. No nos engañemos, ésa es una apariencia, ésa es una
postura fugaz, momentánea; basta escarbar lo que se esconde tras ella, y lo que
se esconde tras ella es el prejuicio, es en última instancia la discriminación,
el encono, la violencia. (…)