Cuando en la calle estamos a tres grados se piensa menos. O se piensa más en frío. O se enfrían las espectativas.
Así que no queda otra que meterse en una cafetería y ponerse a contemplar el mundo, para que vuelvan los pensamientos.
Por eso los españoles pensamos tanto y hacemos tan poco. Hay que pensar lo justo. El resto debería ser hacer.