Tengo la obligación moral de pensar que todo lo que se está
publicando sobre los sindicatos es mentira. Debo taparme los ojos y las narices
pues de ser verdad sería muy grave. Si la mitad de lo publicado sobre UGT fuera
verdad sería un drama social, pues nos representaría que la idiotez mental de
los que llegan a mandar no tiene mesura. Sería un fracaso más en la España actual.
Pero mi obligación moral choca frontalmente con mi lógica
inteligente y me entra un dolor de espalda por no decir ingles, que me dobla
por la mitad. Y no es broma aunque la dibuje con sarcasmo. Cada vez duda más de que no sea verdad.
Hay situaciones que no se salvan ni con una dimisión. Los
escándalos pueden ser de diversos colores y los peores son aquellos que los realizan
quienes predican lo contrario. A partir de ese momento ya no queda nada por
disculpar, por entender, por explicar.
Si a la posible financiación ilegal le sumamos los
escándalos de facturas falsas para rematarlo con un encargo de material
falsificado hacia un país asiático (para regalarse) utilizando para ello dinero
de ayudas a formación, no basta con la dimisión necesaria. Que cada uno se
ponga a llorar como sepa y a tomar las medidas necesarias para pedir perdón mil
veces mil.