El Síndrome de Presidente es de complicada lectura. En
España (que casi pasa solo en España) en cuanto te nombran Presidente del
Gobierno te encierras en tu casa y ya no sales hablar ni aunque te obliguen las
leyes. Como somos gentes poco viajada, eso si, en cuanto salimos al extranjero,
como allí hablan siempre raro y creemos que no nos entienden, nos ponemos a
rajar sin tiento y hablamos de todo lo que hemos hecho y vamos hacer.
Es decir. Si queremos saber cómo funciona el Gobierno de
España, qué opina y qué es capaz de resolver, nada como pagarle un vieja al
extranjero para que al ardor de la alcachofa con siglas raras se digne explicar
qué opina al respecto.
El Síndrome del Presidente consiste en creer que todos los
ciudadanos son malos por naturaleza y unos criticones. Es creer que España como
decía entre otros Madariaga u Ortega, es un país complicado de gobernar y donde
no hay manera de hacerlo bien. Así que lo mejor —piensan los del síndrome— es
hacer lo que a uno le venga en gana pero NO explicarlo nunca, pues siempre
dirán que está mal hecho.
LO malo es que en cuento se tiene el S
índrome de Presidente, efectivamente, casi todo lo que se hace se
piensa con las tripas y se hace con lo que cuelga. ¿Para cuando una mujer
Presidenta?