Algunos lo habíamos avisado antes, lo sabíamos, los Golpes de Estado
siempre acaban igual, siempre los dan los militares y estos solo saben emplear
las armas. Podemos mirar a otro lado, pensar que es el mal menor, que es un
asunto interno, pero todos los Golpes de Estado los dan los militares.
Egipto está lleno de sangre de la represión, del posible
inicio de una guerra civil de tamaño incierto, de un retroceso en su forma de
vida que les llevará a décadas pretéritas por errores de todos. Pero sobre todo
por la sangre derramada por los que tienen las armas.
Me dan igual las imágenes de unos y otros, ambos con armas,
ambos disparando. Cuando en un país se da un Golpe de Estado y una parte
importante del país, de sus vecinos, de Europa o de EEUU y la ONU se ponen a
mirar a otro lado o incluso alientan o aplauden, algo grave está sucediendo y
la factura será pasada a cobrar.
Siempre se presenta la factura tras la bacanal, incluso
cuando estás invitado, alguien paga siempre.
Egipto era un país tranquilo y que avanzaba. Ahora es un
país lleno de sangre y que nadie se atreve a señalarle su camino de futuro.
¿Van a hablar ahora los que han permanecido callados cuando las situaciones
iban tomando posiciones? ¿nadie se ha dado cuenta del camino tomado en estos últimos
años, meses o semanas?
Ahora todos nos esforzamos en explicar las facciones
islámicas, cristianas, de Morsi, de Mubarak, de los Hermanos Musulmanes o de
Hamás. Más de 500 muertos y más de 3.500 heridos son una herida excesivamente
incurable entre los egipcios. ¿Y entre los vecinos europeos?