Suenan tambores de corrupción contra UGT Andalucía por el
uso de fondos europeos para formación utilizados como parte de su financiación
básica siendo sindicato. De momento UGT guarda un silencio preocupante aun
siendo agosto, y las masas conservadoras desde los medios de comunicación se
lanzan a la yugular para tapar las (presuntas) corrupciones del PP, de Bárcenas
o de quien haya optado por las trampas ilegales contra toda la política de este
santo y bobo país.
Somos un país de cándidos y a la vez de zopencos. Tras el
año 1975 creamos una España nueva, democrática, que debía funcionar con sus
sistemas básicos, de libro europeo al menos, para que le garantizaran su
democracia como país libre. Y para ello, entre otros, había dos organizaciones
básicas en todo sistema político democrático que debían poseer. Los partidos y
los sindicatos.
No es posible vivir en una sociedad moderna y democrática
sin ellos. En la dictadura ya había sindicatos y había dos “partidos políticos”
legales. El dictador los necesitaba. Si, si, había dos “partidos políticos”
legales en la dictadura. La Falange y el Opus Dei. Y los empleaba para
recambiar y presionar, jugar a gobernar.
En 1975 decidimos los españoles de entonces que eran
necesarios los sindicatos y los partidos, pero no creamos una financiación
suficiente, pensando que como en Europa, la propia sociedad sería capaz de
sufragar su financiación, afiliándose. Pero no quisimos afiliarnos a nada.
Curiosamente antes de 1975 todos los trabajadores pagábamos en la nómina una
cuota para el sindicato vertical, pero cuando desapareció no fuimos (o fueron)
capaces de afiliarse a los nuevos sindicatos. Jope. Si, lo decidimos los
españoles de 1975, que por si no estaba en ese fecha, eran tus padres o
abuelos.
Si UGT ha cometido ilegalidades, palo. La Ley es igual para
todos. Si algo fundamental tiene que cerrarse, literalmente cerrar y apagar,
por que la sociedad no quiere participar, debe cerrar y a joderse tocan. En
algún momento la izquierda deberá dejar de creerse imprescindible si la
sociedad no la considera imprescindible, con todo lo que esto conlleva; para
tal vez así logrará que se la respetara algo más. La derecha nunca tiene estas
dudas, estos dolores de corazón, estas críticas internas.