Entiendo que cuando hablamos de Siria, de Egipto, de Irán o
Irak, de Líbano o Israel, de Jordania, Túnez o Argelia, nos creemos que son
mundos lejanos de España.
Curiosamente creemos que Grecia o Italia están aquí al lado.
Que incluso Turquía es un paseo. Pero no miramos al mapa.
Si Grecia es la Europa más familiar, debemos avisar que
desde Grecia a Siria, Egipto o Líbano hay menos distancia que entre Grecia y
Barcelona. Mucha menos si miramos a Sevilla. De Siria a Atenas hay 1,5 la
distancia de Sevilla a Barcelona. De las Canarias a Barcelona hay el doble de
distancia que de Atenas a Siria.
Chipre, país de la CEE, está tan cerca de Siria como
Zaragoza de Madrid, para que sepamos bien de la distancias de las que hablamos
cuando analizamos el grave problema Sirio o el de Egipto.
Efectivamente nos pensamos que el agua del Mediterráneo nos
salva de toda violencia, ¡ja!, sin recordar que los españoles hace 500 años
conquistamos toda América con aquellos cascarones a una distancia tremenda. El
doble de la distancia entre Barcelona o Valencia y Siria.
No, no quiero decir nada que no sea lo cerca que tenemos los
problemas como para ir de rositas, mirando a los escaparates como el que no quiere
la cosa, como la Europa que se cree a salvo de todo cambio violento. Cuando los
problemas son lo de nuestros vecinos, además de las barbas a remojar hay que
acostumbrarse a los ruidos y los gritos.