Hoy lo repite Santiago Niño Becerra, nosotros lo hemos
apuntado en algunas ocasiones, simplemente observando la realidad vemos que
desgraciadamente (o por suerte para algunos) es cierto.
El trabajo cada vez vale menos.
Es decir, durante siglos las personas han podido vivir de su
trabajo, se les pagaba para que pudieran alimentarse, formar un hogar y tener
un poco de ocio; siempre a cambio de su trabajo. Los “dueños” no querían que
sus esclavos se murieran, preferían que tuvieran muchos hijos para alimentar su
mano de beneficios y además habían encontrado el truco de que si descansaban de
vez en cuando, resultaban más dóciles y productivos.
Pero ahora, en la entrada del siglo XXI, el trabajo ya no
garantiza la supervivencia, no sirve para cumplir su papel esencial de intercambio
vital. Yo entrego mi trabajo y “el sistema” me entrega dinero para vivir con
arreglo a las normas de cada siglo.
Cada día es necesario menos mano de obra, menos trabajo. Eso
hace que se devalúe su importancia y el precio que se entrega por el mismo.
Pero las personas necesitamos seguir viviendo.
Perdido el valor del trabajo como intercambio vital, la
sociedad busca sustitutos. Surgen nuevas maneras de ganar dinero intercambiando
no PRODUCCIÓN sino servicios, no TRABAJO sino entretenimiento, no TIEMPO sino especulación
y técnicas de laboratorio. Se paga (y se cobra) por aparecer en televisión, por
ayudar a otros a sobrevivir, por mover el dinero que NO tenemos, por ser más
listos que los que nos rodean.
En breve no nos importará nada que los sueldos bajen,
simplemente por que los sueldos los pondremos nosotros. Los que no tengan
capacidad de poner los sueldos simplemente se comportarán como ya se comportan
en otras sociedades que aparecen como ejemplos a seguir. Pongamos que Brasil es
el ejemplo.
Se `puede tener una vivienda de 1.300 metros en una
urbanización cerrada y custodiada con personal que usa fusiles, mientras desde
la terraza con piscina observas las favelas sin desagües.
A ninguna de las dos partes sociales les importa nada que
los sueldos bajen, que no haya derechos laborales. A ninguna.
Ninguna de ellas depende ni de sueldos ni de normas
laborales ni de convenios colectivos. Ninguna tiene salario mínimo ni saben lo
que son los sindicatos. Ninguna de estas partes sociales cree en la democracia;
unos nunca la han podido valorar y otros se cuidan muy bien de que nunca sea un
sistema de gestión contra ellos.
A ambas partes les importa un pito que el trabajo valga cada
vez menos. Unos nunca lo han tenido. Otros han aprendido a ser riquísimos a
costa de destruir las clases medias.