A estas alturas de la guerra económica creo que ya no se
puede decir nada nuevo. Que tenemos la suerte histórica de asistir a un nuevo
sistema de subyugar a los países, de cambiar sus destinos, sin emplear armas
masivas de muerte, sino con el empobrecimiento programado. Es una suerte que
nos va a servir de muy poco que no sea el entretenimiento social y el ser
protagonistas de este momento histórico.
Hoy ha sido el FMI con nuevas recetas, da igual el
organismo, el momento o el mensaje, lo único claro es que ha sido simplemente
otro bombardeo de puñetazos encima de la mesa.
Lo curioso es que en todo tipo de guerras los ciudadanos se
sientes agrupados junto a sus dirigentes, banderas, patrias, ejércitos. En este
caso no es así lo cual es también otra suerte, pues supone que inclusos los que
tienen que gestionar la derrota o la victoria saben que detrás no tienen a un
ejército social que aplaudirá con las orejas sino a una sociedad crítica que
hace de contrapeso.
Y precisamente ese contrapeso social es el que marca el
potencial de los ejércitos en lucha entre países.
Quien tenga más ejército social cabreado y a punto de romper
la cuerda de la paz social logrará mejores objetivos, pues en este tipo de
nuevas guerras de lo que se trata es de crear criados y esclavos a millones,
pero sin que se cabreen tanto que puedan convertirse en guerrilleros.
Europa se va a dividir en dos. Una Europa rica que sea capaz
de crear una producción de alta calidad y valor añadido, inteligente, capaz y
consumista. Una Europa productiva, obrera barata, esclava de los servicios, sin
poder de decisión, pillada de los huevos.
España venderá sol y camareros, trasferirá médicos a los
centros europeos de producción e investigación, venderemos piezas rápidas y
urgentes bien controladas y bolsas de basura. Poco más. Seremos el medio camino
entre China (de momento) o África en el futuro y la Europa rica que junto a los
EEUU y los que logren sumarse al carro, dominarán, gestionarán y consumirán
alta gama.
Vamos perdiendo la guerra, y sobre todo demostramos pocas
pilas alcalinas para plantar cara. Al menos nos estamos dando cuenta del
momento histórico.