Europa empieza a molestarnos. Portugal ya se plantea
abiertamente, de momento en los medios, que salirse del euro es una opción que hay que
analizar como posible, para saber de qué forma les puede afectar menos. Está en
los despachos como posibilidad menos negativa que seguir en la actual
situación. Los países pobres no podemos soportar el euro en igualdad de
condiciones que los países ricos que son los que dirigen la orquesta. En estas
condiciones, sin voto ni voz, sin control sobre las medidas que cada país
necesita, sin posibilidad de reactivar la economía con reformas de choque aunque
sean contrarias a las necesidades de nuestros compañeros de viajes que además
con nuestros acreedores, lo mejor es empezar a plantearnos qué es mejor y peor,
qué es menos malo.
Nuestra deuda, que no se nos olvide, está en euros. Es un
gran drama que nos obliga a pensar muy bien qué podemos y no podemos hacer.
Como sería un drama terminar rescatados en euros y cambiar luego nuestra moneda
a pesetas para producir más barato. Seríamos de golpe los esclavos —sí, todavía
más— de una Europa rica y a la que le debemos todo.
Pero hay que analizar si realmente el euro en su lastre en
nuestra economía productiva, no es un problema casi mayor que abandonarlo.
La otra opción sería simplemente abrir esta ventana y
empezar a ver qué tipo de aire nos entra.
Hacer trampas también es posible lo cual es grave pues en
España somos muy capaces de hacer piruetas con las trampas. Tener dos monedas a
la vez sería un drama social mayor que soportar la actual situación. Solo es
válida la moneda con la que podamos y vayamos a pagar las deudas. Lo demás son
calderillas de juguete.