Tras asumir que nuestros desempleo en España es brutal sobre todo entre los jóvenes y las mujeres, y que aumenta el paro desordenadamente en nuestra España y mucho más que en nuestros países vecinos —en cuanto cualquier tipo de crisis que afecta al mundo occidental nos ataca—, nos vamos percatando que la formación profesional en España es mala, baja de calidad no tanto formativa como de organización y cintura para hacer cambios y sin continuidad a lo largo de la vida laboral de las personas.
Ya se habla de la Formación Dual, imprescindible. E incluso del engranaje de la FP con ciertas partes de la Universidad, otra lógica de sentido común. Estamos hablando de crear sociedad y sobre todo de crear y cuidar FUTURO.
Hay que modificarla y no siempre somos capaces por diversos motivos, algunos muy fáciles de detectar desde dentro, que esa es una de sus enfermedades.
La formación profesional debe ser una actividad más de
nuestra vida laboral. Nunca debería acabar si queremos mantener nuestro
trabajo, si queremos ser válidos como país, si queremos unas empresas
optimizadas. Y sobre todo si queremos ganar más dinero con nuestro propio
trabajo siendo trabajadores.
Pero esta actitud no es solo cuestión del trabajador, del
ciudadano, debe ser un concepto de todos, sobre todo de los que gestionan y
gobiernan.
Nada importa más a la economía de un país que tener una gran
humanidad productiva y que lo sea en procesos de gran valor añadido y con
eficacia y calidad. Solo con ciudadanos bien formados se consigue esto.
Las universidades no han sido cuidadas por los gobiernos y
menos todavía por las empresas. Por un doble motivo: Para darles total libertad
de actuación y gestión sin percatarnos que sin dinero no hay libertad en la
universidad y para que no fueran las empresas las que dictaran con sus ayudas sobre qué materias había que profundizar y cuales no eran imprescindibles en el mundo capitalista del beneficio puro.
Efectivamente es complejo pretender que las empresas ayuden
a carreras de letras, lo que no evita que sean los gobiernos los que potencien
más estas carreras para que no se queden abandonadas de los presupuestos que
apoyan las empresas. Esto se llama discriminación positiva y es tan viejo como
la orilla de los ríos.
Y los Centros de Formación Profesional funcionan
irregularmente, es decir unos muy bien y otros mal, con unas prácticas mal
planteadas y peor organizadas, con unas adaptaciones curriculares lentas, con
un número de profesores profesionales muy bajo en ciertas formaciones. Es
imposible motivar a un alumno de F.P de Grado Medio si no lo sacamos de la
escuela reglada habitual y no lo metemos a una aula taller con profesores profesionales.
Como es imposible lograr una formación correcta si no aumentamos las horas de
prácticas reales en al menos dos empresas diferentes con suficientes horas
formativas.
Hablamos de ayudar a las empresas, pues bien, es cierto, lo
necesitan. ¿Y qué les podríamos pedir a cambio?
Pues sencillamente que
admitieran a más alumnos en prácticas y a un tutor que controlara y participara
en la formación. Pero con un inspector de tutores. El papel del inspector es
muy necesario en muchas actividades públicas, inspectores que deberían ser NO
funcionarios públicos. Simplemente porque todos queremos que todo funcione
mejor.