He recibido
una carta de un militante de un partido político. Dura, muy dura. Crítica con
la situación en general, con su situación en particular. Muy dura con la
realidad de su propio partido político. No tiene razón en el 30% de lo que me
expone, pero sí tiene razón en otro 30% de lo que critica. Y eso es mucho, tanto
como que el dolor que destila, pues la crítica correosa y visceral llena todo
su texto.
Ya no son
solo los ciudadanos de la calle los que se quejan de la actual situación política
y del papel que están teniendo los políticos en esta crisis. Los propios
militantes activos están tomando el camino de la desafección, del abandono, de
la crítica feroz, del no querer entender nada pues ya están impregnados de esa insaciable
enfermedad de pensar que todos los políticos somos basura.
Mezclas
churras con merinas, y lo siento pues es muy posible que me leas, pero a veces
te dejas contagiar por los virus esparcidos por doquier. Sí, me dirijo ahora a ti,
amigo P. No te dejes dominar por el caldo de cultivo del “todo es malo” pero como
ya te he dicho, tienes gran parte de razón.
Como es
lógico y humano he quedado con él para hablar, no para convencerle y así se lo
he dicho, simplemente para hablar y entender, aprender y enseñar. Comunicar y
dejar que me comunique. No será nada fácil lograr que se vuelva pacífico cuando
ya está roto de desapego. Dar el paso para afiliarse es más sencillo que darlo
para apagar la luz y dejar de ver la organización como algo válido.
Lo peor de
todo es que su dolor tiene un fundamento claro, es la puta mala información, la
nula capacidad que tenemos los políticos de saber comunicar. Menos tontadas y
menos horas en trabajar absurdeces, que son brutalmente numerosas; y más
trabajar por lo realmente importante para las personas en cada momento. Los
partidos políticos dedican mucho músculo político a idioteces cuando se está
desangrando la sociedad. Nos dedicamos a acudir a decenas de manifestación de
los mismos y no nos damos cuenta de que los que están cerca y ya no acuden
quieren hablar, desean saber, quieren menos quejas y más soluciones.
No hay que decir
tanto, no hay que proponer tanto, no hay que criticar tanto. Simplemente hay
que hacer algo que sirva, algo contundente. Lo que cada organización pueda,
pero algo. Y si no se puede hacer NADA hay que apagar la luz.